Powered By Blogger

lunes, 27 de julio de 2015


NO TE VOY A ECHAR DE MENOS



     Aquel artículo me dejó emocionada. Quizás por eso, el resto del día, y aunque yo tratase de ignorarlo, el recuerdo de Ricardo me anduvo persiguiendo por toda la casa: subió las escaleras tras de mí para apoyarse en el quicio de las puertas y así poder observar pacientemente cómo hacía las camas y pasaba el plumero; más tarde, metió su nariz en mi armario mientras elegía la blusa que ponerme. Noté su revoloteo a mi alrededor durante toda la mañana; hasta que, en un descuido mío, aprovechó un momento en que me miré a los ojos para ponerles rimel, y se coló entre ellos y el espejo por ver si así dejaba de esquivarlo. Y así fue; que ya me fue imposible seguir con mis quehaceres sin recordar aquel momento extraño entre Ricardo y su madre, de aquel día lejano en que olvidé las llaves dentro de casa.


     ¿Puede alguien que sabe que se irá, pero sin irse, adelantar una despedida porque entiende que cuando llegue el momento no podrá hacerlo? y ¿explicar a alguien a quien ama que, sin querer, va a dejar de quererla? Parece complicado, ¿verdad? Pues, en aquel artículo del periódico que leí nada más comenzar mi miércoles, hablaban de un tipo que fue capaz de hacerlo.

     Glenn, que durante años había escrito cientos de canciones de amor para Kimberly, aquel día supo que su cerebro se iría muriendo un poco cada minuto. Si; sabía que el alzheimer no entendía de afectos, y que, una vez que había arrancado, se empecinaría en hacer ovillos con sus neuronas sin tener en cuenta los numerosos descalabros que su absurdo y odioso juego de maniáticos estaba a punto de provocar en sus vidas.

     El mismo día que escuchó el diagnóstico, en secreto, el músico se puso manos a la obra. Sin tiempo que perder, aquella misma noche debía quedar terminada una definitiva canción de amor que lograse explicar a Kim, su mujer, todas esas cosas tan complejas de las que antes he hablado. Debía hacerle entender que, tarde o temprano, aun sin irse, se marcharía; y que, sin quererlo, ya no la querría; y necesitaba pedirle perdón por adelantado ya que todo el dolor iba a ser para ella; él no sufriría por nada; ni siquiera la echaría de menos cuando la enfermedad avanzase.

     Glenn, el Glenn enamorado, lo consiguió; y antes de que llegase la luz del día, las cinco líneas del pentagrama quedaron dibujadas con sus sentimientos entrelazados a bemoles y sostenidos. Y después, paulatinamente, comenzó a olvidar.



     A la madre de Ricardo, viuda desde hacía años, y enferma del mismo mal que Glenn, le dio por confundir a su hijo con su marido. La fría noche en que una corriente de aire cerró de golpe la puerta de mi casa dejándome sin llaves, pasé media hora en casa de Ricardo mientras llegaba el cerrajero; treinta preciosos minutos en que pude ser testigo del cariño con que éste desvestía a su madre y le enfundaba un camisón. Ella, buscando con su boca la del chico, le recriminaba que nunca correspondiese a sus besos “¿es que ya no me quieres? ¿por qué nunca me besas?” preguntó la madre; y el hijo, con los ojos brillantes de amor y creyendo que era la mejor respuesta, solo le ofreció silencio.




4 comentarios:

  1. ¡Me encantó! ¡Ya lo creo, que me encantó!
    De hecho...¡me enganchó! Así que, volveré.

    ResponderEliminar
  2. Estás en tu casa; así que, vuelve cuando quieras.
    Muchas gracias.

    ResponderEliminar
  3. Me encanta leerte...No puedo decirte que un escrito es mas bonito que otro...porque todos son maravillosos!!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Y no será que tú los lees con buenos ojos?
      Estábien que lo hagas; leer con buenos ojos, alimenta la literatura. Gracias.

      Eliminar