Powered By Blogger

viernes, 3 de julio de 2015



CUARENTA Y CINCO TONELADAS DE AMOR



     Puede ser que hoy, un camarero cualquiera que esté sirviendo mesas en un posible café parisino, le pregunte a una viejecita, tal vez de nombre Anne Marie “¿le ocurre algo, madame?”.

     Anne Marie le dirá que no, que todo está bien, le pedirá la cuenta y se secará los ojos mientras deja una propina en el plato y pregunta si puede quedarse un rato más sentada en la terraza “Merci beaucoup; et, bien sûr, madame”, contestará el amable camarero, y luego dirigirá los ojos, melancólicos, hacia donde sabe que la mujer mirará.

     A cada golpe de cizalla de los dos operarios, arriba del puente, Anne Marie sentirá una punzada; el eco de las herramientas de tortura partiendo candados, tal vez destroce su corazón; el mismo que hace muchos años se esposó en aquella barandilla junto al de Didier, lanzando después con fuerza, para que jamás volviese a emerger, la llave al Sena. Qué se le va a hacer si, después, a millones de enamorados, la idea de manifestarse de igual manera les pareció genial, y siguieron sus pasos hasta cargar de obesidad el Puente de las Artes.

     El caso es que hoy, han dado comienzo las obras del “candadicicio” y “amorcidio” en París. Y qué, si su alcaldesa solo sabe ver cuarenta y cinco toneladas de chatarra en donde los demás preferimos ver amor; y qué, si el vendedor de candados, en su tenderete que coloca cada mañana en un extremo del puente, se mesa el cabello porque está viendo que se le acaba el chollo; y qué, si está a punto de que ocurra lo mismo en Moscú, en Venecia, en Brooklyn, o en Roma.

     Y qué, si a mí solo me importa que, posiblemente, en una terraza de un café parisino, a una viejecita, tal vez de nombre Anne Marie, le estén rompiendo el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario