VIERNES,
9; O...¿TAL VEZ, 13?
En
cinco calendarios diferentes, he tenido que mirar hoy, para
cerciorarme de que es día 9 y no 13; porque un cúmulo de
situaciones, poco comunes, han hecho sacar mi ramalazo supersticioso.
Después de mirar el quinto, he terminado por decidir que todos
estaban equivocados. En realidad, hoy es viernes 13.
La
primera señal ha llegado esta mañana. Nada más subirme al bus del
trabajo, el conductor vestido hoy, no sé por qué de negro riguroso,
estaba muy lánguido y demasiado serio para sus costumbres cuando me
ha saludado con un: "buenas noches". Normalmente, nos damos
los buenos días, pero, esta mañana, lo cierto es que seguía
reinando la oscuridad cuando nos ha dejado bajar en la factoría. No
le he dado demasiada importancia, me he limitado a mirar al cielo; la
explicación podía venir dada de la mano de algún fenómeno lunar,
solar, interestelar... o del infinito y más allá.
Un
rato después, tras descubrir que alguien había borrado de mi
ordenador todas las carpetas de música, excepto la de los grupos de
estilo gótico; no me ha quedado otra que pasar la jornada entera
escuchando, repetidos una y otra vez, las docenas de temas de
“Evanescence”, “Nightwish” y “Within Temptation” (gritos
guturales, entremezclados con voces líricas dejándose guiar por
melodías del siglo de la polka, y haciéndome imaginar castillos en
ruinas en los que mujeres muy, muy blancas, con vestidos muy, muy
rojos y melenas muy, muy negras esperan desesperadas el mordisco de
un vampiro muy, muy atractivo que les proporcionará el amor eterno).
Me estaba encantando ese rollo, pero, después de seis horas
escuchándoles, me parecía ver muertos incluso en el cuarto de baño.
Y es
en el baño precisamente donde, Joaquina, la encargada de la
limpieza, me ha ofrecido una silla y me ha dicho que me sentase,
porque me veía súper pálida. Cariñosamente, como hacía mi madre
cuando era niña, me ha tocado la frente y me ha enchufado una
botella de agua en la boca antes de salir volando para buscar a
alguien que me acompañase a la enfermería. Me he acojonado un poco,
la verdad, porque aunque me encontraba perfectamente, es cierto que
mi reflejo era blanco como la leche.
Por
fin, el último mensaje subliminal que he recibido (porque a esas
alturas ya no me cabía duda de que todo lo que me estaba pasando
eran señales del “Más Allá”), ha ocurrido media hora antes de
salir de trabajar; cuando Paco, un compañero que también escribe,
se me ha acercado con aire muy misterioso para decirme al oído que
iba a pasarme un borrador suyo, que está pensando publicar, porque
quiere mi consejo. La idea de que hubiese pensado en mi como su
consejera, en un principio me ha vuelto loca; pero, sólo hasta que
me ha hablado del tema de su "hiper-mega-novela" de 324
páginas: zombis. No sé por qué le he dicho que sí, pero se lo he
dicho, y él, ilusionado, se ha despedido sonriente y ha estampado un
beso en cada una de mis mejillas de pasmada; eso sí, después de
decirme: "estás muy pálida...te encuentras bien...nos vemos
luego".
Total,
que en cuanto he llegado a casa, lo primero que he hecho ha sido
mirarme en el espejo por ver si aún tenía reflejo, y buscar en mi
cuello las posibles marcas de unos colmillos afilados; más que nada,
por empezar cuanto antes a comprarme ropa muy, muy roja, y pedir hora
en la peluquería para teñirme el pelo muy, muy negro.
Sin
nada más que añadir, me despido: hasta mañana, Sábado...¿14?.
!Has tenido suerte! ¡Te he leido! Ya lo sabes!
ResponderEliminarPues va a ser verdad eso que dicen algunos de que el número 13 no siempre da mala suerte.
EliminarMuchas gracias por leerme.