Powered By Blogger

sábado, 24 de octubre de 2015


EL CIEGO QUE SOÑABA POEMAS



     Me sentí fatal y un poco ridícula cuando Luis, con media sonrisa en la boca me dijo: “no veo nada, de verdad”. Rápidamente, como una niña sorprendida cometiendo un pecado, dejé de hacer aspavientos con la mano delante de sus ojos, y no supe que decir; pero, él rompió el hielo con una carcajada y siguió hablando: “lo sé porque he oído cómo tu mano ha rasgado el aire y he olido la crema que te has puesto”; y aquello, que me pareció el colmo de los colmos, me convenció por completo de que Luis era sobrehumano.

     Luis nació perdiéndose todas aquellas cosas que todos los demás tenemos nada más nacer (creo que hay cigüeñas ciegas, que equivocan las coordenadas exactas y confunden las chimeneas llenas de hollín con las puertas de entrada a los hogares felices; y, después, el polvo negro y espeso se encarga de hacer el resto); pero, no por eso, el chico iba a acomodarse al reino de la oscuridad. De niño, tuvo la gran suerte de descubrir la magia de los libros en braille; si los acariciaba con las yemas de sus dedos, le transmitían cosas maravillosas. Y su padre, que veía cómo devoraba historias, dejó de dormir por él; y para que no se le acabaran nunca convirtió la buhardilla de la casa en un pequeño taller clandestino de literatura en relieve. Durante el día, cumplía con su jornada de ocho horas en el trabajo, y por las noches traducía toda la biblioteca de su casa con una pequeña máquina que adquirió, de segunda mano, para ello. Y Luis leyó, y leyó, y siguió leyendo tanto, que llegó un momento en que podía imaginar lo que leía.

     A la madre de Luis, que pintaba cuadros, un día el chico le dijo que quería verlos, que quería que pintase una marina para él. Y como va a ser verdad que el amor mueve montañas, la mujer corrió a comprar un lienzo nuevo, un montón de óleos y pinceles para estrenar, y se sentó junto a él, en aquella misión aparentemente imposible, con toda la paciencia del mundo para que él le explicase cómo veía el mar.

     Meses después, madre e hijo organizaron una exposición con los cuadros que resultaron de aquellas largas conversaciones; y allí fue donde coincidimos los dos, Luis, pasando sus yemas mágicas sobre las bastas pinceladas de lo que al principio sólo me parecían cuadros abstractos, y yo, escuchando cómo me explicaba todas las cosas que él percibía. Y cuanto más me explicaba, más me lo hacía ver a mí; tanto, que terminé por estar delante de una preciosa marina con el mar enrabietado y sus olas encrespadas confundiéndose con el cielo, y un sol radiante que casi quemaba. Y justo después, fue cuando cometí la torpeza de pasar mi mano por delante de sus ojos, porque no podía creer que ese chico, sin haberlo visto nunca, pudiera describir el mar de esa manera.


     Cuando se me pasó la vergüenza, con admiración, le pregunté cómo le era posible describir tan realmente cosas que jamás había podido ver. Me contestó que siempre soñaba con poemas, y que en sus poemas, siempre aparecía el mar.

4 comentarios:

  1. Después de mucho tiempo de pensar que tú, ere una persona con mucha suerte, ya que en tu camino siempre encuentras a gente maravillosa y especial, que tienen mucho que contar y te transmiten mucho..., después de eso, he llegado a una conclusión: TU HACES ESPECIAL TODO A TU PASO.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Agradezco enormemente tu comentario, MJ; aunque, más que nada, porque implica que tú me veas así (ya sabes que siempre he sentido debilidad por tí, pequeña granujilla, jajaja).
    Por cierto, a veces, sí que me tropiezo con gente maravillosa y especial; de hecho, tengo pendiente un relato sobre una chica de un pueblito perdido en Badajoz que es capaz de pintar bonitas acuarelas, escribir bellos poemas, bailar lo que le echen y conversar cosas con sentido, y todo ello al mismo tiempo ¿es o no es especial?.
    Besos especiales.

    ResponderEliminar
  3. Precioso relato. El mar que reproduce Luis es el que le evoca la música de esos versos, un mar personal y ese punto tiene el arte a veces, uno saca de dentro, sin importar la realidad aparente. En el caso de una persona ciega, su realidad es esa. Tengo curiosidad, ¿te has basado en alguien real para escribir esta historia? Me gustaría ver dichos cuadros.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Hola, Gerardo. Por supuesto que Luis existe, y su padre, y su madre, y los cuadros, y esa maravillosa buhardilla forrada en madera y repleta de libros duplicados.
    Hubo un tiempo en que los ojos de Luis estuvieron en entredicho porque sus profesores de universidad dudaban que, en las poesías y relatos que escribía, pudiese describir cosas y situaciones que jamás en su vida había visto y que ya era difícil hacerlo para alguien que viese normalmente.
    Aquella exposición la vi hace muchos años; y él, algunos más tarde, empezó a trabajar en Radio Nacional. Así era Luis.
    Saludos.

    ResponderEliminar