EL CIEGO QUE SOÑABA POEMAS
Me sentí fatal y un poco ridícula cuando Luis, con media sonrisa
en la boca me dijo: “no veo nada, de verdad”. Rápidamente, como
una niña sorprendida cometiendo un pecado, dejé de hacer
aspavientos con la mano delante de sus ojos, y no supe que decir;
pero, él rompió el hielo con una carcajada y siguió hablando: “lo
sé porque he oído cómo tu mano ha rasgado el aire y he olido la
crema que te has puesto”; y aquello, que me pareció el colmo de
los colmos, me convenció por completo de que Luis era sobrehumano.
Luis nació perdiéndose todas aquellas cosas que todos los demás
tenemos nada más nacer (creo que hay cigüeñas ciegas, que
equivocan las coordenadas exactas y confunden las chimeneas llenas de
hollín con las puertas de entrada a los hogares felices; y, después,
el polvo negro y espeso se encarga de hacer el resto); pero, no por
eso, el chico iba a acomodarse al reino de la oscuridad. De niño,
tuvo la gran suerte de descubrir la magia de los libros en braille;
si los acariciaba con las yemas de sus dedos, le transmitían cosas
maravillosas. Y su padre, que veía cómo devoraba historias, dejó
de dormir por él; y para que no se le acabaran nunca convirtió la
buhardilla de la casa en un pequeño taller clandestino de literatura
en relieve. Durante el día, cumplía con su jornada de ocho horas en
el trabajo, y por las noches traducía toda la biblioteca de su casa
con una pequeña máquina que adquirió, de segunda mano, para ello. Y
Luis leyó, y leyó, y siguió leyendo tanto, que llegó un momento
en que podía imaginar lo que leía.
A la madre de Luis, que pintaba cuadros, un día el chico le dijo
que quería verlos, que quería que pintase una marina para él. Y
como va a ser verdad que el amor mueve montañas, la mujer corrió a
comprar un lienzo nuevo, un montón de óleos y pinceles para
estrenar, y se sentó junto a él, en aquella misión aparentemente
imposible, con toda la paciencia del mundo para que él le explicase
cómo veía el mar.
Meses después, madre e hijo organizaron una exposición con los cuadros que resultaron de aquellas largas conversaciones; y allí
fue donde coincidimos los dos, Luis, pasando sus yemas mágicas sobre
las bastas pinceladas de lo que al principio sólo me parecían
cuadros abstractos, y yo, escuchando cómo me explicaba todas las cosas que él percibía. Y
cuanto más me explicaba, más me lo hacía ver a mí; tanto, que
terminé por estar delante de una preciosa marina con el mar
enrabietado y sus olas encrespadas confundiéndose con el cielo, y
un sol radiante que casi quemaba. Y justo después, fue cuando
cometí la torpeza de pasar mi mano por delante de sus ojos, porque
no podía creer que ese chico, sin haberlo visto nunca, pudiera
describir el mar de esa manera.
Cuando se me pasó la vergüenza, con admiración, le pregunté cómo
le era posible describir tan realmente cosas que jamás había podido
ver. Me contestó que siempre soñaba con poemas, y que en sus
poemas, siempre aparecía el mar.
Después de mucho tiempo de pensar que tú, ere una persona con mucha suerte, ya que en tu camino siempre encuentras a gente maravillosa y especial, que tienen mucho que contar y te transmiten mucho..., después de eso, he llegado a una conclusión: TU HACES ESPECIAL TODO A TU PASO.
ResponderEliminarBesos.
Agradezco enormemente tu comentario, MJ; aunque, más que nada, porque implica que tú me veas así (ya sabes que siempre he sentido debilidad por tí, pequeña granujilla, jajaja).
ResponderEliminarPor cierto, a veces, sí que me tropiezo con gente maravillosa y especial; de hecho, tengo pendiente un relato sobre una chica de un pueblito perdido en Badajoz que es capaz de pintar bonitas acuarelas, escribir bellos poemas, bailar lo que le echen y conversar cosas con sentido, y todo ello al mismo tiempo ¿es o no es especial?.
Besos especiales.
Precioso relato. El mar que reproduce Luis es el que le evoca la música de esos versos, un mar personal y ese punto tiene el arte a veces, uno saca de dentro, sin importar la realidad aparente. En el caso de una persona ciega, su realidad es esa. Tengo curiosidad, ¿te has basado en alguien real para escribir esta historia? Me gustaría ver dichos cuadros.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, Gerardo. Por supuesto que Luis existe, y su padre, y su madre, y los cuadros, y esa maravillosa buhardilla forrada en madera y repleta de libros duplicados.
ResponderEliminarHubo un tiempo en que los ojos de Luis estuvieron en entredicho porque sus profesores de universidad dudaban que, en las poesías y relatos que escribía, pudiese describir cosas y situaciones que jamás en su vida había visto y que ya era difícil hacerlo para alguien que viese normalmente.
Aquella exposición la vi hace muchos años; y él, algunos más tarde, empezó a trabajar en Radio Nacional. Así era Luis.
Saludos.