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lunes, 23 de noviembre de 2015


UNA PITONISA CON CORAZÓN DE CACHELO

      Rosalía, que es una chica muy especial, te hace sentir muy a gusto a su lado porque tiene un acento canario muy dulce y un corazón blanco y grande como una patata de invierno.

      A la casa de Rosalía, que a veces es sonámbula, para evitar accidentes estúpidos en medio del sueño, se sube bajando y se baja subiendo. Su dormitorio, el salón y la cocina quedan en el sótano, y en la planta alta, sin embargo, guarda todo aquello que nunca nadie guardaría: cosas pesadas como una moto, una bicicleta azul y un montón de cajas inmensas repletas de trastos.

      A mí me encanta el olor de su casa porque allí todo huele diferente; ni las rosas de sus jarrones tienen aroma de flores, ni el café que te prepara huele ni sabe a café. En la primera planta, que es donde a Rosalía le es más fácil hablar con los muertos, ha puesto una consulta y un pequeño baño en los que nunca huele a nada.

      Rosalía, que no es una pitonisa como las demás, no quiere engañar a nadie. Ya la madre de su abuela, su abuela y su madre también fueron especiales, y es por eso que ella tiene dudas sobre si sus dotes adivinatorias le fueron dadas por algún extraño gen esotérico o sólo por la sugestión de haber visto siempre a las mujeres de su vida, confundidas entre las lisonjas de sus misterios y las vaharadas de incienso que ambientaban toda la casa.

      No es fácil creer en ella, y ella lo sabe. Vive de una pequeña ayuda que el estado le da por estar más sola que la una y por no ver prácticamente nada, creo que con su ojo izquierdo; así que no cobra ni un sólo céntimo por sus consultas porque sabe vivir con poco y porque le tiene un pelín de miedo a equivocarse y que sus errores defrauden a alguien.

      Rosalía tuvo una pequeña crisis hace unos años, y durante un tiempo dejó de hablar con los muertos y de echar las cartas; decía que le ponía muy triste que las ánimas nunca tuviesen nada bueno que decir a sus familiares, los cuales, tras escuchar las penurias de sus difuntos, se iban marchitos por el mismo camino por el que minutos antes habían llegado ilusionados. La verdad, es que desde niña supo que si lo seguía, aquel iba a ser un camino mustio; y lo descubrió el mismo día en que su madre le contó que había enfermado, y un rato después, en uno de sus primeros coqueteos con la quiromancia, pudo ver cómo las líneas de la mano de la mujer comenzaban a difuminarse. Fue por aquella época que maduró de repente; quizá, tras comprobar que no había servido de nada ir corriendo a por su rotulador color carne para remarcar con él las líneas de la vida, que empezaban a borrarse, de la palma de la mano de su madre.


      Rosalía, hace unos meses que ha cerrado su consulta a cal y canto. Dice que no va a volver a abrirla jamás, que, total, desde que empezó la crisis ve totalmente negro el futuro de todo el mundo; además, ahora son los muertos los que se ponen tristes cuando ven llegar a sus familiares totalmente hundidos para que ella les invoque en su consulta. Y es que, tal vez, Rosalía tenga miedo a caer de nuevo en una de sus crisis, y que su corazón grande y blanco como una patata de invierno termine partido en cachelos y en el fondo de un gran perol, enriqueciendo y espesando a fuego lento, muy muy lento, algún extraño guiso de aflicción y melancolía.


6 comentarios:

  1. ¡Qué divertido ha sido leerte! Me gustaría tener una amiga como Rosalía, una amiga con el corazón blanco y grande como una patata de invierno :)

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    1. Hola Irene, bienvenida. Qué bien que mi relato te haya divertido. ¿Sabes? si lo sabes ver, el mundo está lleno de Rosalías; sólo es cuestión de aguzar los sentidos y seguir el eco de sus latidos. Ojalá encuentres a alguien con un corazón así.
      Gracias y besitos.

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  2. Ese puntito de tristeza que da el estar manejándose todo el día con la muerte y la mala leche de los vivos, no empaña el enorme sentido común de Rosalía y el magnífico tino (ocular y del otro) que tienes, amiga, para contarlo.

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    1. Creo que tienes razón en todo: en eso de que la mala leche de los vivos es la que empaña el sentido común (el mío, al menos, a veces); pero, sobre todo en lo de que tengo buen tino (a tí te eché el ojo...y ya ves que contigo no me he equivocado).
      No cambies, Climent. Un abrazo.

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  3. Yo iba para adivina, siempre me encantó el atuendo tan hippy que llevan, las bolas, las velas y todo lo demás, incluso el gato. Pero, me pasaba lo mismo, me daba pena fallar y meter la pata.
    Buenísimo tu relato Luz, ¡tu si que no bajas nunca de diez!
    Besos.

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    1. Si, te imagino en la tienda de mobiliario para pitonisas, buscando una cortina de cuentas con irisaciones azules que hiciesen juego con la bola de cristal, con el reverso de las cartas del tarot y con tu ropa y abalorios; como siempre, tan maravillosa y coquetona, tú.
      Muchas gracias por tu nota (creo que desmesurada, pero que acepto encantada), y muchos besos.

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