LOS
AIRES DIFÍCILES
“Ocurrió
un día de viento” me contó Bienvenida, la hermana de Pepi
y de Mary, llevándose una mano a la boca para reprimir la risa; y
mientras, con la otra se agarraba a la verja del cementerio y bajaba
la voz para contarme la anécdota, porque, según dijo “el
pueblo es tan pequeño, que aquí se escucha todo”.
Bendito
el día en que fui a aquel pequeño pueblo de la Alcarria, de tan
sólo setenta habitantes. “El panadero viene los sábados, el
de los congelados cada quince días, y el médico pasa consulta los
martes” me dijo un viejo de unos cien años que llevaba
esperando dos horas a la furgoneta que les acercaba el pan, para ser
el primero en comprarlo. Por la tarde, le vi sentado a la puerta de
una casa, y me dijo que estaba desgastando el madero en el que
llevaba sentándose cada día casi desde que nació y que no pensaba
morirse antes de que sus posaderas lo hubiesen pulido hasta hacerlo
desaparecer.
En
ese pueblo se palpa el buen rollo. Al llegar a la plaza, un
desconocido me oyó decir que no me quería ir sin ver el río, y se
ofreció a guiarme. Impensable, que ésto mismo hubiese ocurrido en
mi ciudad sin pedirme nada a cambio. Bueno, miento; me llevó por el
camino más largo y que serpentea por el interior del pueblo, y a
cambio creo que sacó que los otros sesenta y nueve vecinos le viesen
paseando orgulloso con “la chica de fuera”.
Pasé
un bonito día comiendo paella en casa de Pepi. Daniel, su marido,
tiene una cabra enana con la que juega y a la que saca a pasear cada
día como si fuese un perro. Nadie les mira raro. En realidad, allí,
lo raro sería que alguien les mirase raro. Hay un ambiente tranquilo
en el que la gente vive y deja vivir; aunque en el baúl de sus
recuerdos, como en todas partes, también duerma alguna historia
oscura. Como aquella que me contó Bienvenida, después de ayudarme a
recoger moras de un arbusto, sujetándose a la verja del cementerio
mientras reprimía la risa y bajaba la voz “Hacía
viento...mucho viento. Luis dejó dicho que no le enterrasen aquí,
en el cementerio, porque estaba lleno de gente que hizo mucho mal
después de la guerra. Bueno...y después de después de la guerra
también. Luis dejó dicho que le incinerasen y tirasen sus cenizas
muy cerca, en un prado; pero sobre todo, que lo hiciesen fuera del
cementerio...” (y en este momento del relato fue cuando a
Bienve le atacaba más la risa) “...y cuando estaban
vertiendo las cenizas, un traicionero golpe de viento las hizo
revolotear hasta dentro del camposanto” Después de un
corto silencio, estallamos en risas, con los bigotes manchados del
jugo de las moras que habíamos recogido y comido, y como niñas
malas, nos sentimos un poco culpables porque, al fin y al cabo, nos
estábamos riendo de un muerto condenado a vagar durante toda la
eternidad entre las tumbas de sus enemigos.
Aquel
día, volví a casa cargada con la generosidad de aquellas gentes, o
sea, con tres calabacines del tamaño de un zepelín, con tomates de
un rojo tan oscuro que jamás había visto, con melocotones tan
grandes que podrían haber atascado una presa y con el cariño de
todas aquellas personas que apenas me conocían. Pero, sobre todo,
con la lección aprendida de que en un ambiente sano, te puedes reír
hasta de la muerte.
Josep Pla, el gran periodista, cronista y escritor catalán de nuestra literatura, tan poco amada y tan poco conocida en España, escribía así, como tú, crónicas costumbristas, llanamente, descriptivo, diálogos, anécdotas. Y es uno de los máximos escritores conocidos internacionalmente (bueno, menos en España, que nada de Catalunya se considera de este universo, je je). Sigue así, ánimos. Junta crónicas, y crea un ebook, y lo publicas en Amazon. No cuesta un duro y es fácil. Buenas noches
ResponderEliminarY llegas tú, y vas y me dices que Josep Pla, ese gran escritor al que siempre envidié por su sencillez, su ironía y su claridad escribiendo, escribía así, como yo...y te quedas tan ancha (de haber leído tu comentario anoche, me habría desvelado, jaja.) Me encantas, Anna.
Eliminar¿Sabes? en la libreria de mis padres nunca faltó un hueco para Pla (a mi, desde chica, me tocaba quitar el polvo a los muebles todos los sábados por la mañana; y allí lo veía, semana tras semana "Un señor de Barcelona", hasta que años después sentí su llamada y lo leí).
Gracias. Besos.
Sí, sencillez e ironia escritas de forma clara, para poder disfrutarla entendiéndola de "pe" a "pa"; así es como escribes. Luz, queremos un librito con tus crónicas...ya mismo!!
ResponderEliminarBesos.
Muchas gracias, Clary. Nunca me ha gustado leer cosas que me costase leer; supongo que es por eso que intento ser clara escribiendo.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del librito...todo llegará; por el momento acudo a la llamada del escribir por escribir; creo que si ha de llegar el momento de publicar, sentiré también la llamada. Serás la primera en saberlo.
Besitos.
Hola, me gustó la historia. Me gusta como escribís! Saludos.
ResponderEliminarGracias Yesica. Me alegra un montón que mis letras le gusten a alguien como tú, creativa y con un montón de inquietudes en el mundo del arte.
EliminarBienvenida a mi blog. El tuyo me ha encantado.
Un saludo.