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jueves, 21 de abril de 2016

CUATRO DE AGUA, POR UNA DE ARROZ

    Tengo ganas de echarme a la cara a quien en su día dijo, dándoselas de experto culinario, que a la paella hay que añadirle el doble de agua que de arroz.
     Puedo aseguraros que no cocino mal. Es más, y aunque esté feo decirlo, cocino bastante bien (y si no es así, todas las personas a las que invito a comer a casa tienen el mismo extraño vicio de pegarse lametones en los dedos después de terminar sus platos).
     Bueno, la cosa es que este fin de semana he querido poner en práctica eso de que “a la gente se la gana por el estómago”, con alguien que me parece muy interesante (alguien que jamás habla de dinero, ni de trabajo, ni de los males de los demás...ah, y que se ha jurado a sí mismo no veranear nunca en Benidorm; interesante ¿verdad?). Ya se sabe que en los tiempos que corren no es fácil hacer amigos (y cuando digo hacer amigos, es hacer amigos, y no “quedar-con-ellos-porque-eso-es-mejor-que-estar-solos”), así es que quise ganarme su afecto por la vía rápida, cocinando una buena paella casera, sin pensar en lo arriesgada que podría llegar a ser aquella empresa.
     Eramos tres comensales; o sea, nada complicado. Pero, aún así y como odio los imprevistos, maduré hasta el más ínfimo preparativo de forma milimétrica: primero, un barbadillo para abrir boca y relajar tensiones; para comer, a elegir entre un chardonnay 2.010 y un verdejo fresco y jovial con aromas florales, notas de frutas verdes y un toque cítrico (ideal, por cierto, para paella de marisco); rosado y tinto reposando en la despensa, y en el frigorífico cerveza tostada, rubia y negra (por si el invitado, al que conozco poco, resulta no entender de finuras y le apetece beber otra cosa); paellera eléctrica que es la bomba, aconsejada y prestada por mi hermana, con un fondo de titanio revestido de acero que hace que se cocine a la misma temperatura desde el guisante que se haya quedado más al fondo hasta el bigote de gamba más superficial; y en la encimera de la cocina un ejército de cebollas, tomates, pimientos, calamares, almejas, cigalas, gambas, sepias y rape, que terminarían de redondear el día.
      Todo iba bien mientras me puse a acuchillar verduras, a verter chorros de sabroso aceite de Jaén y a rehogar con mimo todos aquellos deliciosos animales marinos en la cazuela futurista. Pero, no sé en que momento (creo recordar que antes de añadir el azafrán y después de dar mi último toque de ajo y perejil majado que tan bien resulta siempre), decidí poner en práctica un par de trucos que había visto hacer en alguno de esos cientos de programas de cocina con que nos torpedean últimamente los medios. En fin, podéis tomar nota si queréis: un buen lingotazo de vino blanco y una pizca de hierbabuena en polvo; eso, precisamente, es lo que debéis poner a la paella antes del azafrán y después del majado de ajo si queréis arruinarla (por cierto, si lo probáis y no estáis conformes, ni se os ocurra añadir un toque de tomillo para compensar...y el curry, ni tocarlo...aunque, si el tema se os va de las manos como se me fue a mí, siempre podéis decir lo que yo dije: “no, no, no es paella, es un guiso tailandés que aprendí a cocinar en el programa de “Valencianos por el mundo”). ¡Ah! me olvidaba, si algún familiar os presta una de esas infalibles y maravillosas cazuelas con culo de titanio, una de dos: o le echáis cuatro partes de agua por una de arroz o buscáis la mejor manera de decirle que se meta en sus asuntos.
     
     Si sospecháis que después de comer nadie se rechupó los dedos y los platos no quedaron relucientes, estáis en lo cierto. Pero, los que sí triunfaron fueron los vinos blancos, los rosados y las cervezas multicolores. Por eso yo creo que sí, que aquel tipo interesante volverá. Y es que al final lo pasamos en grande y todo acabó como siempre que tengo invitados, haciendo un trío con la wii; aunque lo hicimos offline para no liarnos mucho (para los que tengáis culturilla musical sabréis que estoy hablando del juego Rock Band 2 de la wii; y para los otros, los que pensáis más en verde, podéis imaginar lo que queráis).



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