BORRIQUITO COMO TÚ...
Quién
le iba a decir a Lola que algún día sería responsable de una
historia tan bonita. Lola es una burra gris de la que media Barcelona
anduvo enamorada; su pelo de algodón y su aspecto de buenaza
encandiló a muchos en las últimas fiestas de la Merced.
Aquella
ONG paseó con Lola por toda la ciudad pidiendo la colaboración
ciudadana en forma de libros de segunda mano con que llenar sus
alforjas. Al principio, la gente no entendía muy bien la presencia
del animal. Pero, más tarde, cuando sus cuidadores narraban la
historia del valioso papel que desempeñan estos animales en los
pueblos de más difícil acceso de países como Colombia, Nicaragua y
Honduras, todos se encariñaban y querían acariciar las orejas a
Lola (que un poco cansada, eso sí, por no estar acostumbrada a la
gran ciudad, se dejaba hacer) prometiendo volver más tarde de casa
con algún libro usado para donarlo.
Cada
día, varios burros, sus lomos cargados con montones de libros,
atraviesan parajes inhóspitos para llegar a las aldeas más
recónditas de un mapa duramente castigado por su geografía. Armados
tan solo con su fuerza y su tenacidad, logran ascender por caminos
pedregosos y escarpados hasta el cielo o descender por vertiginosos y
zigzagueantes senderos embarrados hasta el infierno; y todo el
esfuerzo de estos “biblioburros”, simplemente a cambio de acercar
un poco de cultura, o simplemente bellas historias de papel, adonde
no se podría llegar con ningún otro vehículo (y es que a nadie se
le debería privar de un mínimo de alimento para el alma, por mucho
que le haya tocado vivir en los confines del mundo). Y ya veis, son
los burros como Lola, que siempre han llevado el sambenito de ser
torpes o necios, los que ahora resulta que van repartiendo cultura y
saber por aquellos parajes.
No
hace mucho, Floren, que es sabio y que me ha recordado esta historia,
me dijo que si algún día le tocase la lotería su gran sueño sería
tener un burro gris. Yo le rebatí, comentando que no necesitaba un
gran premio para adquirir uno de esos animales, ya que seguramente
tampoco sería tan caro. Pero él, como siempre, tenía a mano la
mejor de las respuestas: “se hace querer tanto un burro, que
desearía estar junto a él las veinticuatro horas de cada día, con
lo que tendría que dejar mi trabajo...y de algo tendríamos que
vivir, digo yo”.
Y en
menudo lío me he metido; ahora yo también quiero tener un amigo
así, con mucho pelo gris, mullidito y suave, noble y cariñoso,
fuerte y terco...
...Eso
sí, imprescindible que tenga grandes orejas de burro.
Pues has tenido suerte...tus letras me han llevado hasta la ternura de Lola. Yo también quiero tener un amigo así!!!
ResponderEliminarÚnete al club, entonces, jajaja; si supieras la de gente que quiere tener un burro.
EliminarMuchas gracias por leerme, Isabel.
Un saludo.