I Premio Certamen Literario "Carmen de Michelena" de Beas de Segura (Jaén)
BREVE CURRÍCULUM
Soy Naya y tengo quince
años. Estoy viva gracias a Yamir, el hombre del ecógrafo. Le
aseguró a mi padre que yo iba a ser un niño, pero hacía poco
tiempo que tenía aquella máquina, así que debió interpretarla
mal; fue por eso que Mahan, mi padre, no hizo abortar a mi madre. En
el sur de la India, si vas a nacer niña y tu familia pertenece a la
casta de los dalits, es mejor que no lo hagas o conocerás lo que es
la miseria desde mucho antes de que corten tu cordón umbilical. En
los hospitales, prohibieron desvelar el sexo de los fetos, por eso es
un buen negocio hacerse con uno de esos ecógrafos; Yamir, lo
consiguió a cambio de la dote que le dieron por su esposa Uma, y
desde entonces se gana la vida con él.
A las indias dalits nos
llaman las intocables, y no precisamente por considerarnos heroínas
de historieta, como la que vi en aquella revista el día que me paré
frente a un escaparate de Anantapur, sino por que ni podemos ser
tocadas ni tocar a las personas de otras castas. Por eso sentí un
escalofrío esta mañana, cuando la chica europea me puso una mano en
el hombro para ofrecerme estas hojas y un bolígrafo; quizá nadie le
haya contado que nos consideran impuras, por eso no teme tocarnos, ni
comer cerca de nosotras, ni beber agua de las fuentes que hay
reservadas exclusivamente para nuestro uso.
Me ha dicho que debo
llenar estos tres folios con lo primero que se me pase por la cabeza,
porque es para un importante proyecto con el que piensan promover la
agricultura sostenible entre la población dalit; pero, sobre todo,
ha hecho hincapié en que no debo olvidar poner en ellos todas las
cosas que sepa hacer. Por más que he pensado en ello, sólo se me
ocurre escribir sobre las tareas que me obligan a realizar
habitualmente, porque nunca he hecho otras, y porque ni siquiera sé
si sabría hacerlas. Limpio las letrinas de los hombres, recojo
excrementos en la calle, ayudo a incinerar cadáveres y retiro los
restos de los animales que caen muertos en los caminos. También
trabajé en el campo. Fue cuando mi padre se casó con la hermana de
mi madre, tres meses después de que ésta muriese. Pero como yo no
aprobaba aquel matrimonio, mi padre decidió apartarme de ellos
casándome con su propio hermano, un hombre mucho mayor que yo. Así
que mis labores en la tierra apenas duraron quince jornadas, a pesar
de que no me disgustaban y de que, aquél, había sido el único
trabajo en mi vida por el que me habían pagado; setenta y cinco
rupias al día que tenía que entregarle a mi padre, pero que me
hacían sentir útil.
De todas formas, mi
suerte con los trabajos podría haber sido peor. O tan mala como la
de Sundari, que nunca ha llegado a trabajar; sus padres son tan
pobres que hace dos años decidieron entregarla a la diosa Yellamma
para convertirla en Devadasi. A las Devadasi o sirvientas de dios les
está prohibido casarse; así, los padres de Sundari pudieron
ahorrarse la dote. Pero ella, durante el resto de su vida, tendrá
que acostarse con cualquier hombre del pueblo que la reclame y
olvidarse de su boda con Uday, del que estaba enamorada.
En este distrito,
enamorarse puede convertirse en un auténtico problema. Yo lo estaba
de Kalu, por eso me negué a casarme con el hermano de mi padre, para
el que estaba destinada; pero mi madrastra dio con la solución.
Pidió a mi tío que me violase para que no pudiese rechazar el
matrimonio después de hacerme perder la virginidad, aprovechando uno
de los días en que yo fuese buscando un lugar apartado para pasar
desapercibida mientras defecaba; a las mujeres se nos deniega el
acceso a los retretes públicos. Pero, fui afortunada, ya que Vanita
me contó los planes de mi madrastra y así pude adelantarme a ellos.
Pisoteé las pulseras de cristal que siempre llevaba puestas y me
bebí los añicos dentro de un cuenco con agua, porque prefería
morirme antes que acabar como aquella chica a la que encontraron
colgada de la rama de un mango después de haber sido violada una y
otra vez. Me salvaron, aunque todo había quedado igual o peor que
antes, porque mi familia me repudió y rápidamente tuvieron que
buscarme un segundo pretendiente, esta vez muy viejo y gordo, porque
me quedaron secuelas que ya ningún otro hombre querría aceptar. La
boda será el año que viene, cuando tenga dieciséis, que es la edad
legal si los padres de ambas partes están de acuerdo; no se ha
celebrado antes porque una organización denunció a mi padre por
intentar hacerlo a los trece, pero ya está planeada para el mismo
día de mi cumpleaños, aunque eso suponga que mi dote aumente
considerablemente.
Proyecto: Promover la
agricultura sostenible entre los dalits.
Objetivo: Consecución
de una vida digna.
Eso ponía en la carpeta
de la chica europea, pero yo no entendí nada hasta que nos lo
explicó. Reconozco que ha sido hermoso escucharla decir eso de que
podremos alimentarnos de lo que nosotros mismos cultivemos. Si mi
madre estuviese aquí, es bien seguro que le diría “¡Ay! si
yo pudiera vender la tristeza en el mercado como se vende el maíz,
sería la persona más rica del mundo” A mí también me
cuesta creerlo, madre, pero pienso hacer todo lo que me digan si eso
ayuda a que sea posible. Por lo pronto, he empezado por llenar estos
tres folios con mis cosas, como me han pedido que haga. Aunque, no
creo que tenga ninguna importancia que me hayan sobrado unas líneas.
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